7.25.2005

Sueño de Andrea

En una mañana de verano, me levante de la cama sudoroso, en otro transe sexual.
Otra vez soñé que hacía el amor con Andrea. Esta vez en el lavadero de la casa. Y otra vez tenia los senos morados neón y la cara con pintura anaranjada.

Mis sabanas de tribilín estaban enrolladas en una pierna, y me medio había quitado la camisa durmiendo.
Como en esta finca, duermo en un cuarto solo, el calambre llanero, no me preocupo.

Pero quede sentado en la cama, con la imagen resplandeciente de los senos morados neón en mi mente. Y con una preocupación por mi atracción sexual a los colores magnéticos.

El desayuno era otra vez, chocolate en agua. Servido hirviendo, y me lo eche encima de la pijama, pues me quemé.

En tierra húmeda, las duchas no sirven para un carájo. Y me toco salir al patio en pantaloneta y sin camiseta ni zapatos. A ver si el viento mísero, me refrescaba un poco.
Me acuclille en la manga, para oler sus aromas de mañana, y pensar en las piernas de Andrea jugando con un par de corozos.

Siempre me gusto el verde de la mata de plátano, en el fondo del café rojizo de las pepas de corozo.

¿Cuántas veces me he repetido a mí mismo que Andrea no existe?, ¿Cuántas veces me he explicado a mí mismo que mi cabeza la invento?.
Y de todas maneras, conozco íntimamente las tonalidades de sus muslos, con los rayos del sol y con la luz tenue de la vela.
Me sé su olor de memoria. Sé el nombre del champú que uso, el día de su cumpleaños la semana pasada, y recuerdo el sonido que hacen sus camisas, de noche, cuando las deja caer al suelo para irse a la cama.

Andrea no existe – Me repito a mí mismo.

Los doctores me dicen que Andrea no existe. Yo les creo. Después de todo, fueron ellos, quienes me cambiaron la esquizofrenia a cosas positivas.
Pero aún no puedo dejar de comprar regalos para Andrea.
Ayer mismo compre una loción que estoy seguro, le va a fascinar. Y las flores rojas con centros amarillos, que me vendieron en el cementerio, las tengo en la mesa de la cocina, en agua. Son solo para ella.

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