4.18.2005

El morir del Maestro

Ya eran las diez de la noche cuando paso. El caballo negro galopo en frente de nuestra casa con su jinete apenas visible. Se escucharon los galopes desde que volteó en nuestra cuadra. Y cada galope era mas y mas fuerte. Cuando paso por la casa, se escuchaban asta los sonidos de las argollas metálicas pegar contra el cuero de la silla.
Yo estaba en el techo. Mirando en la oscuridad. Esperando, escuchando. Cuando lo vi, me asuste un poco y casi me caigo del techo, pues escalofríos corrieron hacia abajo por mi espalda.
Venia endemoniado. Como los jinetes del cuento del viejo de la casa, que galopaban como si no hubiera mañana a la batalla, en pleno campo, bando contra bando, gritando y respirando sus últimos respiros.
Cuando paso, me quede inmóvil agarrado del techo.

Poodles, que iba caminando por la acera me comento que la guerra había comenzado. Los caballos estaban arreglados todos pintados, los jinetes en sus armaduras de ropas viejas estaban en ellos, y esperaban el ataque del bando contrario.
El caballo negro que corrió por aquí, ¿de que bando era ?, era de los rojos. Ellos van desde todas las direcciones a la guerra. Poodles iba camino al maizal, donde la colina es mas alta, y se tendría la vista de toda la batalla.
Yo los seguí de un brinco desde el techo hasta la calle. Subimos la colina juntos por entre los arbustos. Poodles siempre lleva la cola en el aire para que todos sepan que ahí está. Pero mi perspectiva del mundo es diferente. Yo siempre me escondo en las sombras al amanecer. Y no recibo el sol del día sino unas horas en la tarde.
En la noche yo podía ver perfecta la batalla. Y no estabamos solos. Habían ojos mirando desde todas las direcciones. Los caballos dejaban salir chorros de humo desde sus narices. Y los jinetes cada vez mas asustados esperaban la emboscada.
Aya a lo lejos se escucho el llanto a la batalla. Una voz casi femenina. Que gritaba con todas sus fuerzas. Se escucho el chillido de un halcón en el cielo, pero solo yo pude ver su vuelo. Era el vigía de los rojos, escaseando el horizonte. Y cuando se escucho el llanto, bajo de un soplo al hombro de su maestro para indicarle la dirección del ataque.
Los rojos, prendieron los fuegos en el campo. Cientos de ellos, prendidos en línea, marcaban el paso al otro bando. Las sombras de los fuegos bailaban contra ellos. Se veía como yo me había imaginado a los ejércitos del infierno.
Cuando los dos bandos se distinguieron entre si, se abalanzaron uno contra el otro. Galoparon gritaron aullaron, cada vez mas fuerte, para al final dar su ultimo grito de campaña al momento del choque. Las espadas volaron y cayeron en los cuerpos despedazados en el suelo. Yo vi el verde del campo pintado de rojo. Yo vi las estacas clavadas en los suelos con los cuerpos atravesados sobre ellas. Yo escuche los llantos de dolor al morir las almas de los valientes. Yo sentí el viento suavizar las heridas abiertas, y sentí la agonía de los moribundos.

Al final Poodles y yo volvimos con la cabeza abajo a la casa. ¿que mas hay para un perro y un gato ? solo volver a la casa y contar el cuento en el que murieron nuestros maestros.

M.V.

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