3.05.2008

Esas nalgas suculentas,
que se sacuden con los movimientos rítmicos,
saltantes de felicidad,
que suenan al emitir la alegría de la risa.
Esas lenguas exploratorias,
que circulan los valles y crestas de la sangre en su furor.
Las cosquillas de las uñas,
al acariciar con picardía las curvas de las nalgas,
subiendo por la espalda,
y presionando con fuerza los músculos gordos,
que saltan de la emoción.
Las vistas características de la excitación.
La vibración del sonido al pasar de tu boca a mi oído,
cuando con rapidez,
subo y bajo mi lengua un millón de veces por tus pezones.
Tus brazos de algodón,
suaves como el satín,
que se esconden en mi pelo,
primero los dedos,
las muñecas,
los antebrazos,
hasta los hombros,
que me abrazan la cabeza.
Y aprietan.
Las suaves caricias,
que suben lentamente desde los dedos de mis pies,
por mis piernas,
tentando la delicada piel de mis muslos,
subiendo por mi estomago,
que salta tras tus dedos,
por mi pecho,
dando vueltas en mi cuello.
Y por mi cara.
Por mis labios,
dando vuelta y devolviéndose por mi espalda.
El dolor placentero de tus piernas,
que al poner en llave a las mías,
se asustan con cada impulso de tu cadera.
El calor de tu boca en mis labios,
en mi boca,
en mi alma.
Los otros seis brazos,
que me salen del torso para poder respirar por ellos tu cuerpo como el oxigeno.
La energía que pulsa,
en mi centro.
Me lleva,
me convulsiona hacia ti.
El poder que toma control de mi mente,
y me une a ti.
Se adhiere a ti.
No se separa de ti.
Tu eres el centro.
Tu eres la vida.
Tu eres el aire palpable,
que da razón a mi.
Te devoro.
Mi sustento,
mi alimento,
mi ser.
No es posible estar suficiente cerca a ti.
Mis brazos y mis piernas dan vuelta a tu cuerpo tan rápido como la luz.
El impulso sin control,
dobla mi espalda,
la tuerce,
la enrolla,
la endereza.
El penetrante olor de tu cuerpo,
de tu pelo,
de tu alma,
me llena,
me invade,
me sofoca.
Respiro tu esencia,
la siento en mi sangre.
Fluye en mi interior.
Soy tu.
Me he convertido en ti.
Y tu guías mi ritmo.
Tu determinas mi velocidad.
Tu indicas mi profundidad.
Tu eres el espacio por el que me muevo,
y el tiempo que me mueve.
Alejas tu estomago del mío,
y lo persigo con fuerza.
Haces círculos con tu cadera y me llevas contigo al cielo.
Te elevas y te dejas caer y la gravedad ya no me afecta.
Me aferro a ti en cada instante a cada segundo.

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