3.05.2008

Me tomó un año entero, encontrar la palabra apropiada. La palabra correcta. Aquella palabra que encajo perfectamente. La sutil diferencia entre lo sublime y lo perfecto. El delicado balance entre fuerza y profundidad.
Pero la encontré. La encontré escondida debajo de la tapa de la caja de joyas. No estaba en el cajón de la caja. No estaba debajo de la tela que la forra. No estaba enredada en las patas.
Se escondía debajo de la tapa. Entre la madera y el metal decorado.
Se escondía en las profundidades calurosas de las joyas secretas. Fuerte como el acero, vibrante como el calor del sol. Pulsante como el latir de la sangre en mi propio corazón.
La encontré, cuando ya había dejado de buscar. Cuando ya había entregado el idioma al fuego. Cuando ya había dado por muerto y enterrado mi corazón.
Estaba quemada, marcada en la madera. Esperando, respirando, suspirando mi encuentro.
Abrí la caja con cuidado, con nervios. Con celos. Escuche el crujir de su abrir, como el oxido en los tesoros perdidos. Como el amor en los corazones empolvados.
Sentí su pulsación cerca de mis estremecidos nervios.
Y me hablo. Me conmovió, me dilato en el aire, hasta que no estaba ahí mas yo. Hasta que solo existiera la palabra y nadie detrás para escucharla. Hasta que no existiera ni el sonido, solo el echo del mismo. Solo la resonancia de las olas vibrantes que ritmeaban mis moléculas esparcidas.
La encontré, la tengo, me dio vida, y dicha y desdicha, felicidad, y gracia, y compañía. Me dio mi corazón devuelta y mi salto al caminar, y mi estilo de hablar.
Me envolvió en su ceno, y me calentó con su aliento y me acaricio el cuerpo.
Me arropó junto al fuego y me castigo con su silencio.
Dormí sobre sus olas, como naufrago desamparado y encontré sus playas de frutos y sustento.
Es seca para escamparse. Y húmeda para refrescarse.
Es amor diluido en un frasco de diamante.
Es sensual.

No comments: